EL gravísimo
accidente ferroviario que tuvo lugar la noche del miércoles en
Santiago, que se ha cobrado 80 vidas humanas y ha dejado cerca de 170
heridos de diversa consideración, ha conmocionado a la sociedad gallega y
ha impactado también a toda la opinión pública del Estado español y de
Europa. No es fácil de asimilar que en una sociedad moderna y
desarrollada que pretende estar al nivel tecnológico y de
infraestructuras propio de los países punteros de nuestro entorno en el
siglo XXI pueda producirse una tragedia de estas características, con el
descarrilamiento de un tren de última generación preparado para la alta
velocidad y repleto de pasajeros. Aún bajo el estado de shock
que ha producido el conocimiento de las dimensiones del siniestro y,
sobre todo, del altísimo número de víctimas mortales, así como la visión
de las impactantes imágenes del suceso y con la necesaria prudencia
hasta que no se esclarezcan todas las circunstancias, el accidente de
Santiago deja inquietantes interrogantes e importantes lecciones de
generosidad, solidaridad de toda la sociedad y coordinación, algo no tan
habitual. Las incógnitas fundamentales, obviamente, miran hacia las
causas del trágico descarrilamiento. Aunque todo apunta al exceso de
velocidad del convoy al tomar una curva que ya fue calificada de
"difícil" por los técnicos del Ministerio de Fomento para un trazado de
alta velocidad, queda aún por saber si se trató de un fallo humano,
técnico o, como ocurre en múltiples ocasiones, una letal combinación de
ambos. En cualquier caso, urge una rápida investigación que acote de
forma clara el origen del accidente, establezca las oportunas
responsabilidades y destierre episodios recientes como el vergonzoso
caso del accidente del metro de Valencia. Otra de las incógnitas, aunque
no se despejará nunca, es saber si, como ha afirmado el Sindicato de
Maquinistas, el siniestro "se podía haber evitado" si hubiese estado
instalado un sistema de seguridad más moderno y eficaz (ERTMS), capaz de
controlar y frenar el tren de forma automática en caso de detectar un
exceso de velocidad. En este punto, es exigible no solo una explicación
técnica, sino un compromiso firme por parte de Fomento y de Renfe de que
están o estarán instalados de forma inmediata todos los sistemas que
garanticen la máxima seguridad de los viajeros.
http://www.noticiasdenavarra.com/2013/07/26/opinion/editorial/hacia-un-tren-de-alta-seguridad
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