jueves, 7 de noviembre de 2013

Riesgos de desastres y la AEC

SANTO DOMINGO,R.D.- Los estados miembros de la Asociación de Estados del Caribe (AEC) entre los que se incluyen economías insulares como países que bordean el mar Caribe, son considerados altamente vulnerables ante los desastres.
Los estados insulares del Caribe corren riesgos ante ciclones tropicales e inundaciones causadas por fuertes lluvias. Los tipos de riesgo de daños en América Central y Sudamérica son similares, pero con una mayor posibilidad de deslaves.
Este riesgo se ve agravado por la combinación de efectos de una región asentada en placas tectónicas activas, volcanes activos, distancias cortas entre las montañas y la costa, y el desarrollo de una infraestructura en áreas vulnerables y peligrosas, todo lo cual imprime a la región un perfil de muy alto riesgo.
Las estadísticas sobre desastres dentro del Gran Caribe durante los últimos 20 años ofrecen una imagen desoladora. Se estima que durante este período se ha visto afectado por desastres más del 30% de los 240 millones de personas que habitan la región de LA y el Caribe.
Entre 1980 y 2010, los desastres en la región han llevado a la pérdida de miles de vidas, impactando directamente a millones de personas y paralizando las economías de los países, ya que se considera que las pérdidas causadas por desastres en la región representan el 16% del Producto Interno Bruto (PIB) regional.
El huracán Mitch, que golpeó en 1998 varios países de América Central, barrió con más del 30% de los activos de la cuarta parte de la población más pobre de Honduras y mató a 2,000 personas en un solo poblado de Nicaragua. Las demás naciones centroamericanas: Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala y Panamá, se vieron afectadas también por el huracán, si bien la cifra de muertes en estos lugares fueron mucho más bajas que en Honduras y Nicaragua. El huracán finalmente provocó la muerte de 11,000 personas en toda la región y dejó una cifra muy similar de desaparecidos. El valor de los daños causados, fundamentalmente en Nicaragua y Honduras, superó los US$5 billones.
Jamaica no ha pagado un mejor precio tras la ocurrencia de desastres naturales, los cuales le han costado más de US$1 billón en costos directos en los últimos 20 años. Cuba ha sufrido de manera similar, como por ejemplo el huracán Gustav, que causó pérdidas de entre US$3 a 4 billones a la economía y la desaparición de más de 320,000 viviendas, a lo que se sumó la destrucción de más de la mitad de la cosecha de caña, de azúcar, que es su principal producto de exportación.
Las pérdidas directas causadas por ciclones tropicales en la temporada ciclónica del Atlántico del 2010 en toda la región sobrepasó los US$2 billones, mientras que el sismo que golpeó a Haití ese mismo año provocó US$$2.3 billones en daños y la pérdida de más de 200,000 vidas en un país ya empobrecido. Se prevé que el costo de la recuperación de los daños provocados por el terremoto y las tormentas tropicales superará los US$14 billones solo en Haití.
Un riesgo ante desastres importante se hace evidente también dentro de las economías más grandes de la región, dentro de las cuales se considera a Colombia como uno de los países más vulnerables ante los desastres naturales en América Latina, ya que ocho de diez personas viven en áreas de alto riesgo y más del 85% del PIB del país corre riesgo ante eventos de desastre.
México y Venezuela tristemente no se han quedado atrás, una vez que México ha sufrido más de 90 sismos al año de una magnitud de 4.0 o más en la escala Richter, y Venezuela ha experimentado pérdidas de vidas de aproximadamente 997 personas al año y daños anuales a la economía de más de US$1 billón.
En este escenario, con el historial de catástrofes que registra la región y tomando en cuenta la vulnerabilidad de los estados miembros y los costos asociados a la recuperación, el tema del riesgo de desastres se convierte en un tópico cardinal para la labor de la AEC.
En abril de 1999, durante la II Cumbre de los Jefes de Estado y Gobierno de la AEC, los estados miembros firmaron un acuerdo regional de cooperación en materia de desastres naturales. Se reconoció que muchos países son pequeños y sus recursos son insuficientes para realizar actividades individuales y que, en consecuencia, se debía hacer un énfasis especial en el trabajo conjunto con agencias especializadas sub-regionales, como CDERA Caribbean y agencias nacionales con más experiencia.
Un cambio a escala global en el enfoque que concebía una respuesta a los desastres, pasando a un concepto de preparación antes de la ocurrencia del evento, provocó la sustitución del nombre del Comité Especial de Desastres Naturales por Comité Especial de Reducción del Riesgo de Desastres. Este cambio no fue superficial, sino que reflejó los principios de una amplia gestión en materia de desastres y situó el énfasis de la AEC en la mitigación de los efectos de los desastres en todas sus formas, al reducir el riesgo antes del evento.


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