viernes, 28 de junio de 2013

¿Tremendo fracaso?, ¡Soberano disparate!


Santo Domingo,R.D.- En estos tiempos está en desuso filosofar, contrario a épocas pretéritas. Enunciar las ideas filosóficas de Carlos Marx, Platón, Aristóteles, Friedrich Hegel, Heráclito, Immanuel Kant y Descartes pudiera interpretarse "fuera de contexto", pero no lo está. La filosofía y sus ramas, como la dialéctica, nunca sucumbirán ante el inmediatismo, y mucho menos a lo que parece mera holgazanería cerebral de estos tiempos.
Siempre será imperativo apelar a la filosofía con el fin de interpretar, con argumentos lógicos, una serie de problemas como la existencia, el conocimiento, la belleza, la ética, la moral y la ciencia, entre muchos otros temas.
Aunque hay diversas definiciones sobre la dialéctica, buena parte de los pensadores orientales y occidentales coincidieron en dos cuestiones irrefutables: La movilidad de las cosas y la negatividad. En relación a esta última, Heráclito sostenía que "en un ser se engendra una contradicción y que ésta no paraliza, sino que dinamiza". Heráclito refirió que "veía las cosas permanecer cambiando y cambiando permaneciendo".
Respecto de la movilidad de todo ser, la dialéctica nos lleva a comprender, dicho en lenguaje más llano, que las cosas, los seres y todo ser con vida, están sujetas a un proceso dialéctico de desarrollo, por tanto de cambios.
La vida humana, y lo que resulta de la mano del hombre, está sometida a un proceso dialéctico de nacimiento, crecimiento, desarrollo y muerte. A menos que sea un fenómeno, no hemos visto que una criatura humana venga al mundo con dientes, que hable y camine. Tampoco nada de lo que hace el hombre es un producto acabado, por brillante que sea su diseño. No importa que se trate de un vehículo, un avión, cohete o un satélite. El campo de la innovación tecnológica nos ha aportado mucho, demasiado digo yo, pero esas innovaciones tecnológicas pasan por un proceso que toma años.
A ningún ser pensante se le puede ocurrir, pues, que el Sistema del Metro como solución de transporte masivo de pasajeros es un producto terminado y que los números que resultan de la operación en la primera etapa, indican que este sistema es un fracaso.
El New York City Subway abrió en 1885, pero la línea más antigua totalmente separada del tráfico, se remonta al año 1863. Antes de convertirse en lo que es hoy, que funciona con 24 líneas, 468 estaciones, más de 840 mil vías y 6 mil 282 vagones, operaba como dos sistemas privados, pero luego fueron adquiridos por el ayuntamiento de la ciudad, que las unificó. Para lograr transportar a más de 5 millones de viajeros promedio cada día, el metro de la Gran Manzana necesitó 150 años de operación en una ciudad que se ha constituido en la quinta en aglomeración humana del planeta, y la segunda de mayor densidad poblacional de Estados Unidos.
Cuando fue inaugurado oficialmente por el alcalde de New York, George B. McClellan, en 1904, el metro apenas lo usaron en esos días 127 mil personas, recorriendo entonces 15 kilómetros. ¿Fue un fracaso el proyecto?
A ningún neoyorquino se le ocurrió tildar de fracasada aquella obra, que era la segunda después del Metro de Londres.
Pero veamos qué fue el Metro de Madrid. El primer proyecto de concesión para la construcción de la Red de Metro de Madrid fue otorgado al ingeniero de caminos Pedro García de Faria. Las autoridades madrileñas anunciaron con bombos y platillos un sistema metropolitano subterráneo de cinco líneas. Sin embargo, esta idea se quedó en papeles, pues en 1917 se dio por caducada la concesión, mientras el alcalde de la ciudad vio sus sueños fracasar.
Dos años más tarde, tres ciudadanos presentaron otra propuesta de líneas subterráneas, a pesar de que había una gran resistencia a su ejecución por entenderla prematura. El principal inconveniente que enfrentó fueron los recursos porque, a pesar de que el Banco de Vizcaya dispuso de 4 millones de pesetas, el propio Rey Alfonso Xlll, tuvo que cantearse con un millón de pesetas para darle credibilidad y confianza a los madrileños.
La primera línea del Metro de Madrid se inauguró el 17 de octubre de 1919, cubriendo solo 3,48 kilómetros, con 8 estaciones, desde Puerta del Sol hasta Cuatro Caminos. En casi cien años que va a cumplir el sistema de transporte masivo de Madrid, y luego de pasar por muchos problemas de funcionamiento logísticos y de administración, la Red del Metro de Madrid fue sometida a un plan de extensión entre los años 1978-1985.
Con 63 kilómetros de longitud para esa fecha, salieron a relucir los elevados costes de explotación, la falta de inversión en el equipamiento de la estructura y la insuficiencia de la tarifa, lo que hacía ver inviable el sistema. En la actualidad, la Red de Metro de Madrid es un éxito, cubre 283 kilómetros. Desde el año 2003 está sometido a un plan de mejora y ampliación, que ha implicado llevar a barrios madrileños el servicio de transporte masivo que lo ha convertido en un elemento clave y cotidiano de los madrileños.
Los usuarios que se benefician en New York, Madrid o Santo Domingo de este servicio, en el caso de República Dominicana son los mismos usuarios que 6 años atrás abordaban la "voladora". Ese dominicano o dominicana físicamente es la misma persona, pero asume una cultura diferente cuando sube a su metro.
Ahora, ¿es que quien prematuramente intenta descalificar el Metro de Santo Domingo, desconoce que la dialéctica es la ciencia que trata las leyes sobre el movimiento y la evolución de la naturaleza, la sociedad humana y el pensamiento? No. Toda gente medianamente informada sabe que esa obra tan compleja, no termina en 5 años. Sin embargo, la mezquindad obnubila y fanatiza. No reconocer que el Metro de Santo Domingo en su primera etapa es un éxito, no solo por su bajo coste y calidad de construcción, sino que ha transportado desde 2009 hasta la fecha 114 millones 347 mil 267 pasajeros (sin contar las transferencias), sin accidentes, sin robo de carteras, sin contribuir a la contaminación medio ambiental, sin empujones, sin groserías, con seguridad y rapidez, es necedad. Los ahorros acumulados por los usuarios según lo estimado por JG Grupo de Asesoría, de Costa Rica, han sido de 335 millones en costo de operación de vehículos, y 4 mil 989 millones de pesos en tiempo de viaje, más 74 millones en reducción de emisiones y 1 mil 644 millones en consumo de combustible. ¿Que más quiere?

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