sábado, 2 de agosto de 2014

La pobreza energética en R.D.

L a pobreza energética es una acepción propia de Estados Unidos y de algunos países europeos y, que se deriva del concepto de “fuel poverty” utilizado desde hace un tiempo y por primera vez en Inglaterra. En la definición inglesa un consumidor cae en la clasificación de “fuel poverty” si el mismo tiene que disponer del 10% de sus ingresos para pagar la factura de energía que le permita mantener un nivel adecuado de climatización a un precio razonable. Los ingresos del hogar, la eficiencia energética y el costo de la energía son los indicadores claves para clasificar el nivel de pobreza energética de los hogares. En la acepción americana y de algunos países del este de Europa, la pobreza energética está muy vinculada al no acceso a servicios energéticos como resultado de la pobreza económica. De igual manera toma en cuenta el uso de fuentes de combustibles para la cocina que impacten negativamente el ambiente, como es el caso de la leña y el carbón vegetal. Otra interpretación del concepto de pobreza energética fue aportado por el Foro Económico Mundial cuando en el 2005, puso en marcha una iniciativa llamada “Energy Poverty Action (EPA)” que está muy relacionada con el no acceso a infraestructuras energéticas y particularmente con niveles precarios de electrificación existentes en países en vía de desarrollo. Un índice que mida la pobreza energética en la República Dominicana debe ser el resultado de diversos factores similares a los tomados en cuenta en las concepciones europea, norteamericana, así como la del Foro Económico Mundial. Para elaborar el índice habría que asignar pesos específicos a las variables que intervengan; de tal forma, que el resultado sea un balance de aquellos aspectos que reflejan mejor lo que se quiere medir. De igual manera, habría que delimitar la cobertura del concepto de energía, con el objetivo de excluir los energéticos involucrados en el sector transporte, y quedarnos con la evaluación de la energía vista desde la perspectiva de la electricidad y el combustible para cocinar. Como insumo para la construcción del índice valdría la pena tomar en cuenta el porcentaje (%), de los ingresos mensuales que son destinados para el pago de electricidad y combustible para cocinar; el precio de la electricidad (tomando en cuenta los subsidios que recibe el consumidor); el precio del gas propano (GLP) y el aporte de Bonogas como subsidio; el costo de la leña y el carbón con sus externalidades ambientales; el monto de la canasta familiar, el ingreso per cápita; la penetración del servicio eléctrico (electrificación rural y suburbana); y la eficiencia energética en los hogares, entre otros aspectos. Revisando algunos datos de las variables que podrían reflejar la realidad energética y económica del país, tenemos que el porcentaje de electrificación en términos nacionales supera el 90%; el ingreso per cápita de República Dominicana según cifras del Banco Mundial es US$5,826 dólares; la pobreza general según el MEPyD se estima en 36.2%; la canasta familiar dominicana a mayo del 2014, se estimó en RD$27,887.64; la Administradora de Subsidios Sociales informa que hasta febrero del 2014 se habían otorgado RD$11,175 mil millones de pesos en el Bonogas para familias de escasos recursos. De igual forma, el informe de la CDEEE a mayo del 2014, señala que hay 473,818 beneficiarios del Bonoluz, lo que representó a ese mes un monto de RD$1,841 millones de pesos; existen 912,338 clientes facturados en tarifa BTS-1 que consumen en el rango de 0-200 kWh, que a la vez representan el 47% del total de clientes, y a los cuales se le subsidia la tarifa eléctrica con 55.16% según la última resolución de la Superintendencia de Electricidad (SIE). Cabe señalar que un cliente en el renglón de consumo de 0-200 kWh no debe pagar una factura eléctrica mensual por encima de RD$883 pesos según los precios de tarifa vigentes. En cuanto al monto de la factura eléctrica como porcentaje de los ingresos mensuales, eso está muy atado al uso eficiente que cada quien haga de la energía. En la actualidad no existe una cultura de ahorro de energía en el país, ni tampoco una campaña masiva de conciencia para el cambio de patrón hacia un uso más inteligente de la misma. Una inferencia empírica nos llevaría a inferir que en nuestro país la población sumergida en la pobreza económica, no necesariamente está sumergida en una pobreza energética. Esto se debe a los altos subsidios existentes en el sector eléctrico y gas propano, así como por las altas pérdidas de energía asociadas con los mismos grupos de beneficiarios, por lo que ese cruce de variables amortigua el impacto económico de las variables energéticas sobre los ingresos mensuales. ¿Queremos saber qué porcentaje de la población es energéticamente pobre? sólo basta desarrollar el índice. He ahí una tarea para el Ministerio de Energía y Minas. http://www.listindiario.com/economia-and-negocios/2014/7/31/331918/La-pobreza-energetica-en-el-contexto-local

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