lunes, 13 de enero de 2014

Lago Enriquillo es un enigma que crece y devora en R.D.


SANTO DOMINGO, República Dominicana.- The New York Times volvió a interesarse por la República Dominicana, en esta ocasión por las crecidas del Lago Enriquillo y sus efectos en la economía de las personas que viven en sus alrededores en por lo menos cuatro provincias del sur profundo del país.
El reportaje, escrito por el corresponsal para México y Centroamérica, Randal Archibold, con apoyo de la reportera Ezra Fieser, fue publicado el sábado con un amplio despliegue fotográfico. El título del reportaje es La subida del agua es un misterio que hunde las esperanzas en La Española.

Dice el reportaje que poco a poco, misteriosamente, como en una película de ciencia ficción, especialmente lenta, el lago más grande del Caribe ha ido de aumento en aumento, devorando a decenas de miles de hectáreas de tierras de cultivo, ranchos y todo lo que encuentra en su camino.
El Lago Enriquillo se tragó el platanal de Juan Marmolejos. Inundó las matas de yuca y árboles de mango de Teodoro Peña. En las zonas bajas del pueblo de Boca de Cachón, el lago amenaza tanto con sumergir a todo el pueblo que el gobierno ha enviado al ejército a reconstruirlo desde cero en una llanura polvorienta a varios kilómetros de distancia.

José Joaquín Díaz cree que el lago es responsable de haberse llevado la vida de su hermano Víctor. Víctor se suicidó, dijo, poco después de regresar de una vida en el extranjero para ver la granja de ganado de la familia, la que inició su abuelo muchos años atrás, bajo el agua.
“No podía creer que todo hubiera desaparecido, y la tristeza fue demasiado para él”, dijo Díaz, mientras dos hombres remaban en un bote de pesca sobre lo que había sido un pastizal.
Abundan las teorías, pero sigue siendo difícil llegar a una respuesta concluyente en cuanto a por qué el lago ‒tal como hace su hermano cercano en Haití, Lac Azuei, que ahora inunda la frontera entre los dos países en la isla La Española‒ ha subido tanto. Los investigadores dicen que el aumento puede tener pocos o ningún precedente en todo el mundo.
“No hay registros, al menos de nuestro conocimiento, de un crecimiento repentino de lagos de tamaño similar”, dijo Jorge E. González, del City College de Nueva York, profesor de ingeniería que está ayudando a liderar un consorcio de científicos de Estados Unidos y la República Dominicana que están estudiando el fenómeno.

Otros lagos han crecido debido al derretimiento de glaciares y por otros factores, dijo el señor González, pero “las tasas de crecimiento de estos dos lagos en La Española no tiene precedentes”.
Ambos lagos, vestigios salados de un canal oceánico antiguo, conocido por sus cocodrilos e iguanas, siempre han tenido períodos de altas y bajas, pero los investigadores creen que nunca antes habían llegado a ser tan grandes. Las aguas comenzaron a subir hace una década, y ahora Enriquillo casi se ha duplicado en tamaño, a cerca de 135 kilómetros cuadrados, dijo González, aproximadamente la extensión de Atlanta, aunque las lluvias relativamente ligeras en el último año han frenado su expansión. Azuei ha crecido casi un 40% en ese periodo, a cerca de 52 kilómetros cuadrados, de acuerdo con el consorcio.

Los científicos, financiados en parte por la National Science Foundation, se centran en el cambio de los patrones climáticos como el culpable principal, con un aumento observado en las precipitaciones en la zona atribuidas al calentamiento en el mar Caribe.
En los informes se han observado una serie de tormentas particularmente fuertes ​​en 2007 y 2008 que inundaron los lagos y las cuencas que los alimentan, aunque también se están estudiando otros posibles factores que contribuyen, incluyendo si han surgido nuevos manantiales subterráneos.
“La gente habla de adaptación al cambio climático; bueno, eso es lo que viene, si viene”, dijo Yolanda León, científica dominicana que trabaja en la investigación sobre el lago Azuei.

El aumento ha afectado, en particular, alrededor de Enriquillo, un área más poblada que alrededor del Azuei.
El gobierno (dominicano) estima que han desaparecido 40,000 hectáreas de tierras agrícolas, lo que afecta a varios miles de familias que han perdido todo o parte de su único medio de subsistencia, el cultivo de de yuca, plátano y cría de ganado. El pueblo Boca de Cachón, en la orilla del lago, está particularmente en peligro, con algunas casas que ya se perdieron, y el gobierno está preparando áreas de tierra para nuevas granjas.

Una carretera principal que conduce a la frontera con Haití ya se inundó y tuvo que ser desviada, mientras que otra vía que rodea el perímetro, ahora termina abruptamente en el agua.
Los residentes locales se muestran escépticos de que el gobierno vaya a continuar hasta el final, y se preguntan si la tierra será tan buena como las parcelas cerca del lago que inicialmente atrajeron a generaciones de agricultores.

Olgo Fernández, director del instituto de recursos hidráulicos del país, hizo caso omiso de las críticas y dijo que el gobierno había planeado cuidadosamente la nueva comunidad y las parcelas para asegurar que el área continúe siendo un centro para la agricultura. Se completará este año, dijeron las autoridades, aunque en una tarde reciente, mucho trabajo quedaba por hacer.
“Estas serán tierras que produzcan tanto, si no mejor, que las tierras que ellos tenían”, dijo Fernández.

Fila tras fila de casitas de bloques sacadas de un molde, de tres dormitorios ‒537 en total‒ se están construyendo en el nuevo poblado que incluirá un campo de béisbol, iglesia, escuelas, centro comunitario, parques, incluso un helipuerto (“para los dignatarios visitantes”, explicó un funcionario). Los controles ambientales harán que este sea “el pueblo más verde de la República Dominicana”, dijo el mayor general Rafael Emilio de Luna, quien está supervisando el trabajo.
Por ahora, sin embargo, al borde del lago que sigue extendiéndose, los troncos fantasmales de palmeras muertas marcan el sitio de granjas sumergidas.

Junior Morales Medina, de 27 años, que vive en Boca, tiene previsto desplazarse a la nueva comunidad. Hace poco miró en dirección a una zona donde había estado su granja de diez acres[1], y que ahora es una reserva de agua del lago adornada de troncos manchados de palmeras muertas.
“Nos ha estado preocupando que todo el pueblo fuera a desaparecer”, dijo Medina, quien ahora trabaja en el sitio de construcción de la población. “Hay gente que al principio no quería salir de esta zona, pero el agua seguía subiendo y a todo el mundo le daba miedo”.

Los residentes de otras comunidades se impacientan y preocupan porque no les vayan a compensar sus pérdidas.

José Joaquín Díaz y su hermano Víctor crecieron cuidando los carneros, chivos y vacas de la granja de la familia, pero ambos salieron de República Dominicana rumbo a Estados Unidos buscando mejores oportunidades. José regresó primero, y hace tres años llegó Víctor, deseando bajar el ritmo de vida después de haber laborado en una gran diversidad de puestos de trabajo durante más de 18 años en Brooklyn.
“Le habíamos contado lo del lago, pero se sorprendió cuando lo vio”, recordó José con lágrimas en los ojos.

Más tarde, esa noche, Víctor llamó a su madre para expresar su consternación. A la mañana siguiente fue encontrado colgado en el apartamento de un familiar en Santo Domingo, donde se hospedaba. “Es extraño ver a gente pescando ahora donde teníamos las vacas”, dijo Díaz. “Víctor no pudo soportarlo."

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