domingo, 29 de octubre de 2017

Ciudad en tiempo real: instalan sensores para medir ruido, tránsito y contaminación

Residuos

Habrá mil en todos los barrios. Brindarán información instantánea que permitirá saber cuánta gente hay en una manifestación y cambiar la sincronización de semáforos. La Ciudad no cambió. Están las autopistas, los trenes, los comercios que abren y cierran. Los parques y las esquinas. Un espacio, casi el mismo que en 1990, 2000 o 2017. La modernización de las ciudades ya no pasa en su totalidad por la estructura física, sino por una inmaterial, abstracta: inteligente. Hoy, la vida urbana se cuantifica y las acciones tienen su rastro digital a través de sensores.
El ministerio de Modernización porteño está instalando una red de medición de variables ambientales y comportamiento urbano. Son mil sensores que detectan en tiempo real niveles de dióxido de carbono, volúmenes de ruido, radiación solar, temperatura, humedad, precipitaciones y vibraciones sísmicas. También captan el flujo de personas y vehículos. Con ellos se puede convertir el tránsito en un fenómeno predecible; saber cuántas personas hay en un recital y, en base a ese dato, reservar una cantidad determinada de ambulancias; o definir las calles con más contaminación del aire y plantar árboles para bajar los índices.
Los sensores se parecen a una placa de computadora. Están dentro de estaciones -cajas similares a las de electricidad- y se irán instalando hasta noviembre en los distintos barrios porteños. Hasta el momento, hay tres módulos: uno en Parque Lezama, otro en el Ecoparque y otro en el Parque de la Ciudad. El proyecto prevé una inversión total de 14 millones de pesos.
"Tomar el pulso de la Ciudad en su tránsito, clima o movimientos no es un objetivo suntuoso, tampoco cool. Una ciudad que desarrolla inteligencia se conoce mejor y es más ágil para responder ante las necesidades que aparezcan", dice Andy Freire, ministro de Modernización, Innovación y Tecnología, en una presentación de la red. A su espalda hay cuatro tableros con la información que envían los sensores del Parque Lezama. Se ven gráficos de velocímetro -como los que hay en los autos-, representaciones hechas con líneas y un mapa de la Ciudad con la distribución posible de los restantes sensores.
Los datos recolectados y su análisis no sólo estarán disponibles para el Ministerio, sino para todas las áreas gubernamentales que quieran traducir los informes en políticas públicas. Por ejemplo, la subsecretaría de Transporte podrá estudiar el tránsito en un área, definir flujos de circulación y, con mayor desarrollo, cambiar la coordinación de semáforos para agilizar el tránsito; o la Agencia de Protección Ambiental monitorear la calidad del aire y establecer un mapa del ruido con las zonas con mayor contaminación sonora. Lo que capten los sensores también estará abierto al público a través de la plataforma BA DATA del Gobierno.
“La información en tiempo real permite pasar de la reacción a la proactividad. Y en la medida en que se vayan generando datos estadísticos se podrán predecir los hechos”, explica Enrique Cortés Funes, de Inipop, la empresa argentina que ganó la licitación como proveedora de los sensores. Freire suma: “Los números hablan. Muestran patrones. Si encontramos por ejemplo que en determinado mes entran más autos a la Ciudad, podemos prepararnos frente a ese ingreso. Es saber qué va a pasar antes de que ocurra”. Lectura del entorno, recopilación de datos, conexión entre sensores y con una red -en este caso provista por Microsoft- y procesamiento de la información son los eslabones de esta concepción de la ciudad como circuito. Una que promete una radiografía de cada barrio, previsibilidad en el tránsito, disparo de alertas ante inundaciones, entre otros beneficios. Pero que también suma detractores que plantean sobre los peligros de construir una copia digital del mundo físico.

En 2014, el argentino César Cerrudo, experto en seguridad informática, demostró que se pueden hackear los semáforos de Nueva York, cuyo funcionamiento entonces estaba apoyado en un sistema inalámbrico de sensores. Y los más apocalípticos hacen una advertencia: la pérdida de la privacidad en virtud de la eficiencia.
Una ciudad sensorizada, dicen, es capaz de saber lo que sus ciudadanos hacen e identificar patrones de comportamiento. Desde el Ministerio de Modernización aclaran que los lectores ópticos no identificarán personas con nombre y apellido, sino su morfología, si es una persona, un perro, una bicicleta o un auto. No hay lecturas del entorno al estilo Terminator. No todavía.


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