SANTO DOMINGO,R.D.-La
industria del entretenimiento y la alegría es una realidad en nuestro
país, al extremo de que ese renglón de la economía nacional genera
cientos de millones de pesos, y de igual manera le representa al fisco
significativos aportes en materia de impuestos.
Pero
indiscutiblemente que el desborde de ese sector y la anarquía que
exhibe choca con la necesaria paz y tranquilidad de la población, que no
ve descanso debido a las inconductas, la contaminación auditiva y la
generación de violencia que originan algunos de estos
establecimientos.Las barriadas marginadas son las que más padecen el abuso que a diario cometen muchos de estos centros de entretenimientos, que sin ruborizarse, mantienen esos negocios con una música a alto volumen, interrumpiendo el descanso de hombres, mujeres, niños y niñas, que han visto convertir sus espacios hogareños en el infierno mismo.
Las ciudades organizadas tienen lugares designados para cada actividad humana. En la ciudad alemana de Hamburgo hay una zona rosa más grande que El Malecón de Santo Domingo, en donde se ven las prostitutas con sus carros en espera de “clientes”. En la ciudad de Ginebra, Suiza, la Rue de Berne es el sitio exclusivo de los lupanares. En New York también hay un lugar (en estos momentos no recuerdo su nombre) en donde las meretrices hacen su trabajo de forma normal.
Pero en nuestro país, el crecimiento desproporcionado de la población, el éxodo campo-ciudad, el cambio de modelo económico, la sustitución de mano obra nativa por extranjera para pagar menos salarios, y el fracaso de la reforma agraria, crearon una especie de “collage” en las zonas urbanas, haciendo que las cosas estén juntas y hasta “reburujadas”. Este fenómeno socioeconómico es tan visible en nuestro país que si se recorre una calle de un sector clase media, notaremos que de buenas a primera se desemboca a una barriada marginada.
Usted camina por Los Praditos y de repente llega a Los prados. Si conduce su carro por La Pulla de Cristo Rey, más adelante está Arroyo Hondo. Pero esta realidad es tan patética que un sector residencial habitado por familias que adquirieron sus inmuebles a base de mucho sacrificio, de buenas a primera se instale allí una fábrica con una planta eléctrica que todo lo contamina con ruido y dióxido de carbono, o un lupanar con chicas que cohabitan en menos de 180 metros cuadrados ( la Casa de las Muñecas), o un drink que con la gente tomando alcohol en las aceras y un ruido que despierta a San Pedro en el cielo, impide la conciliación del sueño; todo eso cortando de golpe y porrazo la necesaria tranquilidad y sosiego de esos recintos hogareños colindante con esos negocios.
Hace unos días un grupo de comerciantes entregó un documento al Senado de la República donde pide la creación de una zona de tolerancia para escuchar música a alto volumen. Los comerciantes, afiliados a la Federación Dominicana de Comerciante y la Cámara Dominicana de Empresarios Comerciales (CADECO), entregaron el documento dirigido a la presidenta del Senado, Cristina Lizardo, donde está contenida su petición.
El planteamiento de este grupo de empresarios y empresarias fuera loable si no buscara la licencia para el ruido al aire libre, que produce enfermedades como la hipoacusia o sordera y la tinnitus, entre otras. La propuesta hubiera sido plausible si los hombres y mujeres de la industria del entretenimiento y la alegría enarbolaran un proyecto de una zona de tolerancia, con vigilancia de las autoridades y prevención de los organismos de salud, en donde se permita discotecas, drink, colmadones, lupanares, prostitución, pero todo eso entre cuatro paredes, y sin que afecte a la población en sus respectivos hogares. Ya una legisladora hizo un planteamiento a ese respecto. Pero no ruido a diestra y siniestra el cual afecta la salud. Y es que no se puede ignorar que el sonido al aire libre se propaga a 343 metros por seg
http://almomento.net/ruidos-ensordecedores-y-salud/116516
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