SANTO DOMINGO,R.D.- “El escenario incierto para las generadoras privadas ilustra cómo la
falta de transparencia y la ausencia de un marco institucional fuerte
pueden disuadir las inversiones. Esto está relacionado, no sólo con los
atrasos sustanciales del estado a las empresas generadoras, sino también
con la incertidumbre que rodea la inminente renegociación por el
gobierno de los contratos de compra de energía negociados bajo el
acuerdo de Madrid, que iniciará en el 2016. Aunque el marco legislativo
hace un llamado a licitación, la transparencia de este proceso podría
ser cuestionada, dado los bajos niveles de confianza y alegaciones
pasadas de irregularidades en la contratación pública y en los procesos
de licitación de la República Dominicana.” Unidad de Inteligencia, The
Economist
El dilatado proceso que finalmente debe conducir a un
pacto eléctrico luce incierto en cuanto a los potenciales acuerdos que
pudieran resultar de la confrontación de visiones que difícilmente
podrán ser conciliadas en un escenario que fundamentalmente es dominado
por uno de los actores principales. Claramente, el gobierno dispone de
los medios para imponer su visión, y legitimar todas las importantes
decisiones que ha ido tomando en el curso de los últimos años,
incluyendo las controversiales plantas a carbón que se construyen en
Punta Catalina; de manera que si esas plantas son innegociables y las
empresas distribuidoras permanecerán en manos del gobierno,
independientemente del pacto, lo que quedaría por negociar serían las
formalidades requeridas para mantener el status quo.
Es en el
marco de esta realidad que luce oportuno el trabajo realizado por la
Unidad de Inteligencia de la prestigiosa revista The Economist, en el
que propone, entre otras recomendaciones, una clara definición del rol
que debe jugar el gobierno en un reordenamiento eficiente de la
industria eléctrica; y que se contrapone a la propuesta que en este
sentido ha presentado el sector oficial. Enfatiza la revista británica
que el rol primordial del gobierno debe ser el de supervisor y
regulador, a la vez que sugiere que el plan estratégico del sector
eléctrico debe incluir –al menos- la privatización parcial de áreas como
la distribución y las plantas a carbón. Desde luego, las empresas
–continúa- que quedaren en manos del Estado deben operar bajo las mismas
reglas que aplican al sector privado. En la práctica, las empresas
estatales casi nunca operan bajo las mismas condiciones que las
privadas, ya sea por tratamientos impositivos diferenciados o por
subsidios abiertos o encubiertos que distorsionan las políticas de
precios y generan una competencia desigual, creando barreras a la
entrada de inversiones frescas en la industria.
Por eso, resulta
preocupante que la propuesta del gobierno esté encaminada a profundizar
el rol del Estado como inversionista, en detrimento de su rol como
regulador, y convirtiendo a la CDEEE en el centro de las decisiones del
sector eléctrico. Para tal propósito, dice la propuesta del gobierno
“que, sobre la base de los acuerdos de este Pacto y en un plazo no mayor
a seis meses a partir de la firma del mismo, el sector gubernamental,
teniendo como punto focal la CDEEE, formule y disponga de un Plan
Integral de Desarrollo del Sector Eléctrico 2015-2030.” Llama
poderosamente la atención que un Ministerio como el Energía y Minas no
juegue un rol más activo en la definición de políticas que por su
naturaleza debieran ser parte de sus responsabilidades, o que
sencillamente no sea el “punto focal”. De hecho, la Unidad de
Inteligencia en su reporte dice que “El Ministerio de Energía y Minas
debe ser el único cuerpo de formulación de políticas del sector,
responsable de su formulación e implementación (a través de agentes del
sector, tal como sea apropiado).” Sin embargo, las menciones de este
Ministerio que se hacen en la propuesta es para decir que la Comisión
Nacional de Energía (CNE) y la Superintendencia de Electricidad (SIE)
son instituciones adscritas al Ministerio de Energía y Minas, y que el
gobierno está dispuesto a pactar que ambas instituciones cumplan con lo
que ya está establecido en la Ley General de Electricidad 125-01, como
si para hacer cumplir una ley fuera necesario consignarlo en un pacto.
En
un país con los bajos niveles de institucionalización que se asocian
inevitablemente a la politización de los procesos de toma de decisiones
es difícil aceptar que los graves problemas que agobian a la industria
eléctrica –The Economist cita el Reporte de Competitividad del Foro
Económico Mundial que establece que la calidad del servicio eléctrico en
nuestro país es de los peores en la región, solo mejor que los
servicios eléctricos de Venezuela y Haití- se van a resolver con una
mayor injerencia del gobierno en la producción de energía, fruto de una
visión a todas luces equivocada; y que previsiblemente prevalecerá en el
Pacto Eléctrico; convirtiéndolo, de paso, en una oportunidad perdida.
Por ese camino llegaremos a agosto del 2016 y el problema eléctrico
continuará siendo “un triste recuerdo”.
Pedrosilver31@gmail.com
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