SANTO DOMING,R.D.- La
entrada en vigencia de la Ley 112-00, Ley de Hidrocarburos y el
respectivo decreto 307-01 o reglamento de aplicación de la citada ley,
sobre la regulación del mercado de combustibles en la República
Dominicana, puso fin al mal manejo gubernamental dado al precio final de
los combustibles, el cual en la década de los 80 y 90´s representó el
motivo principal de posibles detonantes sociales.
La
Ley 112-00 no es una ley de mercado. En su estructura y aplicación, la
ley representa una norma fiscal que permite a El Estado, por un lado
aprovechar la inelasticidad de la demanda del mercado de los
combustibles, como acceso a una mayor recaudación impositiva y por el
otro lado, recortar (de forma poco transparente) las cargas tributarias
del uso de combustibles fósiles en procesos esenciales de la vida
productiva, como son industria, energía eléctrica y transporte. Siempre
se ha denunciado, como un minúsculo sector de la vida nacional se
beneficia de esta interpretación legal, de la forma más grosera posible.
De
forma inexplicable y poco transparente, el Ministerio de Industria y
Comercio de la República Dominicana, fija cada semana los precios
finales de venta de combustibles a los usuarios finales, ocultando
grandes márgenes de ganancia no impositivos para el Estado Dominicano,
colocándonos en el primer puesto regional en carestía precios de los
productos finales. Este anuncio semanal se ha convertido en el terror
catatónico, cuando el mercado internacional se encuentra en alza y la
desesperanza nacional, cuando la tendencia es a la baja, dejándonos el
sinsabor de aquel cómico comercial, de que “si suben, suben y si bajan…
”.
Durante
la segunda mitad de la década pasada se nos vendió la idea del gas
natural o LNG como combustible futurista en todos los procesos que
requieren su consumo en República Dominicana, por igual se anunció el
biodiesel como posible sustituto en actividades industriales y
comerciales. Populosos anuncios y ruedas de prensa nos mostraban la
factibilidad de extraer combustible del árbol de la higuereta y etanol a
partir del residuo de la caña de azúcar, como aditivo al uso de la
gasolina.
Todos
esos esfuerzos quedaron en papeles, cartelones, anuncios y propaganda,
similar a la acostumbrada en la mayoría de las propuestas de soluciones
del gobierno central a los problemas nacionales. El mal manejo estatal a
este tema y el contubernio con intereses oscuros que obtienen
cuantiosas ganancias de estos negocios, han impedido un real desarrollo
sostenible de esta actividad comercial, garantizando suministro continuo
a precio justo. Nunca existió una propuesta real de política de Estado
en este sentido, solicitando la reformulación de la Ley para dar entrada
a un nuevo modelo de desarrollo del negocio.
La
ley 112-00 no plantea una regla transparente, garantista de nuevas
inversiones. No avaló la conversión de biomasa en gas oxigenado en Bonao
y el suministro comercial, industrial y doméstico a un segmento de esa
población, como tampoco la explotación de la misma fuente en San Luís,
para generar 18 MW. Por igual la ley no garantiza el libre mercado del
gas natural, aduciendo al hecho de que más de una empresa se
interconecta a una misma red de distribución. Esta falencia impide la
entrada de nuevos capitales que puedan utilizar instalaciones existentes
para sus inversiones.
Por
igual, esa legislación vigente no endosó un adecuado suministro de gas
natural a todo el usuario que creyó en la propaganda y realizó
cuantiosas inversiones en medios de transporte, para abaratar sus costos
operativos. Largas filas son aun visibles en las escasas instalaciones
de expendio de este producto en las grandes ciudades como Santo Domingo y
Santiago. Basta con mencionar el hecho de que un vehículo que opere a
gas natural, no podría ir a la provincia de Barahona y volver.
Irónicamente, la mayoría de solicitudes de construcción de instalaciones
de expendio y servicio, fueron detenidas por falta de permiso
medioambiental.
Sendos
sectores de la vida nacional solicitan a todas voces la modificación de
la Ley-112-00 y su reglamento, convirtiéndola en una norma técnica que
regule la actividad vertical u horizontal del negocio de los
combustibles a todos los niveles y dotando a los inversionistas de
garantías y reglas claras como en toda sociedad organizada.
Una
nueva ley debe transparentar el negocio de combustibles en la República
Dominicana, garantizando la estructura de mercado en el marco mayorista
y mostrando la mayor transparencia posible en los cálculos de los
precios finales que se presentan periódicamente a la población. El nuevo
Ministerio de Energía y Minas debe presidir un órgano regulador
especializado, que cuente con participación de todos los sectores que
intervienen en el negocio a fin de equilibrar las decisiones y velar por
la sostenibilidad y cumplimiento de las reglas establecidas para ese
negocio viabilicen un desarrollo real de la vida nacional.
De
igual manera, una nueva ley debe promover con incentivos fiscales, el
uso de fuentes alternas de combustibles como biodiesel, biomasa,
biodigestión, reciclaje, etc. con tal de reducir el uso de los derivados
directos del petróleo, que tienda a reducir el costo económico y social
actual que representa la salida de capitales hacia el exterior.
Una
nueva ley deberá normar la instalación de terminales de gas natural y
la construcción de gaseoductos, así como la estructura de operación,
transporte y distribución, transacciones comerciales entre agentes,
cálculos de peajes, derechos y deberes de los actores en este negocio,
garantizando una real transformación de la matriz energética en el
negocio eléctrico dominicano, dotando de garantías a aquellos que
realizan inversiones y los que se benefician de las mismas.
http://almomento.net/reglas-con-los-combustibles/126319
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