Vivimos haciendo valoraciones del valor de la vida frente a los riesgos que enfrentamos y a lo que pensamos de los seres queridos. Por Harold Vásquez
La semana pasada, mi abuela María, de 85 años de edad, sufrió un paro cardíaco por el cual fue llevada a una sala de emergencias. En medio de la angustia que nos rodeaba, los médicos determinaron que era necesario trasladarla a un centro especializado para realizarle un cateterismo. Mi hermano, que es doctor en medicina, y yo empezamos a hacer averiguaciones sobre este procedimiento en distintos centros y encontramos que, entre pagos de depósitos en la clínica, más la posibilidad de colocar un ‘stent’ o dispositivo para aumentar el flujo sanguíneo y los honorarios médicos, podríamos estar pagando cerca de RD$500,000 pesos. Ahora bien, el objetivo de este artículo no es argumentar sobre lo cuantioso que podrían ser los costos médicos para un gran número de familias, sino más bien utilizar la teoría económica para entender el proceso de valoración de la vida humana, lo cual es una actividad que hacemos cada día.
Desde el punto de vista económico, la decisión de pagar por una intervención médica a un familiar implica realizar una valoración, aunque quizá no consciente, sobre la vida de esa persona. Para el caso de la abuela María, es fácil entender que, para mi familia, el valor de su vida es ‘invaluable’ (quizás una forma de decir muy alto), pues la abuela posee una característica muy especial para nosotros: es única! Por eso, cualquier familia que se vea en esa situación y que posea los recursos, sin lugar a dudas optará por pagar los gastos médicos casi a cualquier costo.
Sin embargo, valorar una vida desde el punto de vista de la sociedad es muy distinto. Por ejemplo, si el gobierno hubiese incurrido en los costos médicos de hacer el cateterismo a la abuela María, necesariamente debería hacer una valoración mucho más precisa sobre su vida. Es decir, el gobierno simplemente no puede concluir que el valor de la vida de la abuela es ‘invaluable’ (aunque nosotros quisiéramos que fuese así!) porque eso implicaría que el gobierno podría tomar todos los recursos de los contribuyentes y destinarlos a salvar la vida de una persona, dejando de cumplir con el resto de obligaciones que tiene durante todo el año. Cuando la sociedad valora la vida de una persona, como el caso de la abuela María, ya no considera que la abuela es única, sino que es una ciudadana de 85 años de edad, a quien se le debe sopesar el costo de la intervención quirúrgica con el beneficio de extender unos pocos años más su vida.
La valoración de la vida es algo que hacemos a diario de forma consciente o no. Todos los días debemos decidir si abandonamos la seguridad de nuestro hogar y tomar el riesgo de salir a la calle, quizá incurrir en un accidente de tránsito, e ir a trabajar. Al tomar esa decisión, evaluamos los beneficios esperados de salir de nuestros hogares y lo ponemos en contraposición con la posibilidad de que nos ocurra un evento trágico. Siempre que el beneficio esperado supere la pérdida prevista saldremos a trabajar o a realizar cualquier otra actividad. Esto no quiere decir que valoremos poco nuestras vidas, sino que asignamos una probabilidad muy baja a la ocurrencia de un evento trágico.
El mercado privado también realiza valoraciones constantes sobre la vida de las personas. Por ejemplo, al establecer tanto las primas como los montos a pagar en las pólizas, las compañías aseguradoras deben hacer una estimación del valor de la vida de una persona. Esta estimación se basa en calcular el valor presente de la capacidad (o potencial) de producción de la persona, tanto ahora como hacia el futuro, una vez aplicada una tasa de descuento. Por eso, no es de extrañar que una figura como Alex Rodríguez haya recibido un seguro de vida o incapacidad por la suma de US$220 millones de dólares cuando en el año 2007 firmó su contrato de 10 años con el equipo de MLB de los Yanquis de Nueva York.
En conclusión, el valor de la vida es algo que, de manera consciente o no, estimamos a diario. Cuando las familias enfrentan esta situación no siempre concluyen que el valor de la vida de sus miembros es invaluable, como el ejemplo anterior, ya que con frecuencia deben sopesar el pago de costosos tratamientos de algunas enfermedades, como el cáncer, con el beneficio de extender la vida un corto período de tiempo.
El sector privado hace estas valoraciones constantemente tratando de estimar el valor presente de la producción de las personas, y aplicando conceptos de análisis financiero como la tasa de descuento. Los gobiernos que ejecutan políticas de salud deben hacer estas valoraciones cuando deciden costear procedimientos médicos o quirúrgicos. Sin embargo, la regla con la que opera el gobierno a veces no es muy clara y siempre existe el riesgo de que grupos de intereses intenten influir en los gastos de algunos tratamientos para sacar provecho.
http://www.diariolibre.com/ecos/2015/06/30/i1218431_cmo-determinamos-valor-econmico-vidaa.html
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