martes, 13 de noviembre de 2018

Nuestra Cultura Del Agua

Hablar de cultura del agua es hablar de las personas. Nuestro vínculo con el agua es nuestra cultura del agua. Las contaminadas cuencas Matanza- Riachuelo y Reconquista son nuestra cultura del agua; la falta de planificación e interacción entre niveles de gobierno y la falta de monitoreo también lo son; una privatización de un servicio básico sin el debido proceso de consultas y participación también lo es; así como la falta de acceso a la información; un derrame de cianuro en una minera a cielo abierto o la no inclusión del agua como derecho humano en nuestras leyes son todas manifestaciones de nuestra cultura del agua.
En el mundo haya millones de personas sin acceso a este elemento vital para la vida, no es un tema de recursos naturales, sino de distribución, de prácticas políticas y económicas.
Pero también todos los esfuerzos, compromisos, aprendizajes y acciones para revertir estas situaciones son parte de nuestra cultura del agua. En el sector del agua se ha llegado a entender un poco más cómo nos comportamos como sociedad, cuáles son los impactos que generamos y cuáles son los temas que debemos resolver de manera prioritaria.
Y también nos acercamos a la naturaleza para comprender que somos parte de ella y de las leyes que la regulan.
Todos estos aprendizajes han dado lugar a conocimientos para impulsar acciones en distintos niveles, como los planes de gestión integrada a nivel de cuencas y mejores mecanismos de participación y acceso a la información.
O la importancia de integrar a la mujer en los procesos de toma de decisión y de respetar las prácticas y derechos consuetudinarios de distintos grupos.
Una nueva forma de gestionar los recursos hídricos, así como una renovada cultura del agua, será el resultado de un proceso de aprendizaje, transferencia y adquisición de conocimientos, y el uso de nuevas habilidades acordes con los desafíos que plantea el mundo de hoy.
Actualmente, los desarrollos en el sector del agua requieren temas nuevos y transversales, como la integridad del agua (mitigación de los riesgos de corrupción); los enfoques de derechos humanos; la diplomacia del agua y el uso de la tecnología, los cuales en su conjunto resultan en un nuevo conocimiento que configura disciplinas "duras" y "blandas", así como puentes multidireccionales entre los sectores. Las redes de conocimiento abiertas, flexibles, fundadas y orientadas en respuesta a las demandas, como las que forman parte del Programa Cap-Net PNUD¹, están probando ser una buena contribución para el nuevo capital social que el sector del agua está reclamando.
El mundo se enfrenta a grandes desafíos de desarrollo (crecimiento de la población, rápida urbanización, pobreza, falta de justicia y equidad, y cambio climático, por mencionar solo algunos) que exigen acción inmediata.
Esta realidad ha resultado en el cambio de muchos de nuestros paradigmas. Ya no se trata de hacer más de lo que hacemos, sino de lograr mucho más de una manera completamente diferente.
Los lineamientos para la gestión del agua ahora (y desde hace varias décadas) se basan en el reconocimiento de los usos múltiples y competitivos del agua, que incluyen tanto la sostenibilidad y el equilibro del medio ambiente, como el desarrollo social y económico.
El cambio ha sido desde el desarrollo de agua hacia la gobernabilidad del agua; de aumentar la oferta a la gestión de la demanda de agua; de los enfoques y esquemas sectoriales hacia los integrados; desde la mirada sesgada hacia la amplitud de la cuenca.
Así vemos, por ejemplo, iniciativas en el sector de agua y saneamiento para la inclusiónde esquemas tarifarios (que promuevan sistemas de premios y castigos) para un uso más sustentable del recurso y una incidencia sobre el comportamiento de la demanda. El reuso de agua, cosecha de agua de lluvia o las mejoras tecnológicas que permiten un uso más eficiente son ejemplos de una mayor conciencia en el uso y gestión del agua que se ven reflejados en nuevas prácticas culturales.
Otro ejemplo que nos conduce hacia un importante cambio cultural es el pago de servicios ambientales para la preservación de fuentes. Así como la mayor atención a la gestión y preservación de las aguas subterráneas, a través de planes de gestión integrada de cuencas y acuíferos.
Estos cambios por los que estamos transitando, y solemos ver solamente con una renovada forma de gestión del agua, llevan de manera implícita la necesidad de cambios culturales. Así encontramos hoy en día conceptos y procesos como la Gestión Integrada de los Recursos Hídricos (GIRH), la gobernabilidad efectiva del agua o la gestión sustentable del agua. También aparece la llamada “cultura del agua”. Distintas formas de referirnos y querer impulsar los cambios y mejoras que todos necesitamos y nadie pone en duda.
Como lo plantearon Moriarty, Butterworth y Batchelor²: “La GIRH es sobre cómo las personas (profesionales y usuarios) pueden hablar unos con otros; acerca de las actividades de planificación conjunta entre distintos sectores; sobre planificación integrada en la cuenca, pero también a nivel comunitario.
Críticamente GIRH se trata de la información y la comunicación; acerca de una buena planificación basada en una profunda y consiente comprensión de los deseos y necesidades de las personas, y también de sus capacidades y limitaciones para lidiar con un recurso finito." Al reconocer que la GIRH es acerca de las personas, reconocemos también la dimensión de nuestra cultura.
El desarrollo de capacidades para promover renovados sentidos alrededor de la cultura del agua es una tarea crucial, pero que conlleva importantes desafíos si es que quieren alcanzar resultados. Las capacidades iniciales deben conocerse, a fin de establecer una teoría del cambio, comprendiendo los contextos políticos e institucionales y los resultados esperados.
Para que el desarrollo de capacidades sea sostenible, el énfasis debe colocarse en el aprendizaje a largo plazo. Esto requiere coordinación y mirar más allá de los límites organizacionales.
Se requiere una estrategia de gestión del conocimiento, y un fuerte sistema de seguimiento y monitoreo. Si las expectativas son realistas, los esfuerzos alineados y los fracasos -no sólo las historias de éxito- están compartidos abiertamente, el aprendizaje se verá reflejado en procesos de transformación de nuestra cultura del agua.


http://estrucplan.com.ar/articulos/nuestra-cultura-del-agua/

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