En Estados Unidos se jubilan todos los días 10.000 personas. Muchas otras están llegando a la edad de retiro en regiones pudientes de Europa y América del Norte.
Y un gran número de ellos están buscando un sitio bajo el sol para pasar sus años dorados.
Pocos países en el mundo ofrecen tantas facilidades como Panamá para que los pensionados extranjeros se radiquen en su territorio.
Las atracciones son múltiples: buen clima, un paisaje maravilloso, gente amable y un gobierno que no hace demasiadas preguntas a los recién llegados.
En momentos en que casi todo el mundo extrema los controles migratorios, Panamá ofrece residencia legal a cualquier pensionado que acredite ingresos estables de US$1.000 mensuales.
“Es una reacción mixta. No es una situación en que los ´gringos´son malos y los panameños son las víctimas. Es mucho más complejo que eso
Anayansi Prado, documentalista
Por lo que no es de extrañar que, año tras año, Panamá esté en los puestos de arriba en las listas de “los mejores países del mundo para jubilarse”.
El llamado “turismo residencial” ha ayudado a transformar a partes del país, generando riqueza y empleo para los locales.
Pero también despertando inquietudes por algunas personas que piensan que el arreglo no necesariamente favorece a todos los panameños.
“Uno de los mejores sitios”
Alex y Ann Johnston son una pareja de pensionados canadiense. Viven felices en Ciudad de Panamá, una urbe que admiran en particular por su clima y una oferta de restaurantes envidiable.
Se mudaron hace cuatro años a la capital centroamericana, después de vivir en Dubái.
“Es uno de los mejores lugares en el mundo para jubilarse”, asegura a BBC Mundo Johnston, quien era banquero.
“Nunca nos hemos sentido incómodos aquí”.
“Además descubrimos que hay un verdadero menú de beneficios financieros para mayores de 60 años, como descuentos en autos y en restaurantes, entre otras cosas”, dice Johnston.
“Hay una actitud que hace que la gente de la Tercera Edad sea respetada y hasta consentida”.
Se ven a gusto en el trópico. Caminando por un centro comercial de la capital panameña el día de su entrevista con BBC Mundo, se tropiezan de casualidad con otra pareja de pensionados extranjeros amigos, esta vez sudafricanos, que también escogieron vivir en el país centroamericano.
Es fácil quedarse en un círculo social de extranjeros.
Pero aseguran que han hecho un esfuerzo por integrarse a su nuevo país de residencia, aprendiendo español y socializando con panameños.
Negocio en auge
El estadounidense Kent Davis vive de vender el sueño panameño a parejas como Alex y Ann, desde su firma Panama Equity, también basada en la capital del país centroamericano.
Indica que el negocio va viento en popa. Los extranjeros no dejan de llegar.
“Tal vez un 40% de mis clientes vienen de Estados Unidos y Canadá, 30% de Europa y otro tanto de Colombia, Venezuela y otros países de la región”, asegura a BBC Mundo.
Pero dice que ha cambiado el perfil de los pensionados.
Antes, explica, muchos de los que venían eran jubilados de países industrializados que buscaban ahorrar unos centavos viviendo en un país con precios de país en desarrollo.
Pero en los últimos años el dólar, que Panamá usa como su moneda nacional, se ha apreciado. Por lo que el país, advierte Kent, ya no es un sitio tan económico.
Y los pensionados que llegan son más sofisticados, en busca de los placeres cosmopolitas que ofreceCiudad de Panamá.
¿Hay quejas de los panameños frente a esta llegada de un número sustancial deextranjeros a su país?
Alex y Ann Johnston aseguran que no han experimentado ninguna.
Aunque el mismo Alex dice que, en su opinión, el gobierno panameño debería moderar la entrada de tantos extranjeros, pues alega que el país no tiene el espacio para recibirlos a todos.
Por su parte, Kent Davis opina que los panameños en general se benefician con la llegada de los pensionados.
“Hay oportunidades económicas nuevas por el dinero que traen esos extranjeros”, apunta en conversación con BBC Mundo.
Conflicto en Bocas del Toro
Las dudas frente a la llegada de los pensionados foráneos, que no se notan en la capital, son más pronunciadas en algunas regiones, en lugares como Bocas del Toro, un pequeño archipiélago en el norte del país que se ha convertido en otro sitio favorito de residencia para extranjeros.
En estas islas habitan más de 2.500 indígenas, además de afrodescendientes y otras comunidades, que ahora conviven con aproximadamente 1.000 extranjeros, estima Osvaldo Jordán, director ejecutivo de laAlianza para la Conservación y el Desarrollo, una organización no gubernamental.
El experto advierte que en el archipiélago algunos de los foráneos han entrado en conflicto con los locales cuando adquieren propiedades en la zona a intermediarios panameños y de otras nacionalidades que, según denuncian los indígenas, a veces usurpan los derechos sobre la tierra de las personas que han vivido ahí ancestralmente.
“Los derechos de propiedad no están bien definidos. El negocio de las casas para los extranjeros es muy lucrativo. Hay gente de las comunidades indigenas y afrodescendientes de bajos recursos que ha ocupado la tierra pero que no tiene titulo de propiedad que certifique que son los dueños, lo que ha provocado bastante conflicto”, le dice Jordán a BBC Mundo.
Uno de los dirigentes que ha encabezado protestas de los locales ante ese fenómeno en Bocas del Toro es Feliciano Santos, de la comunidad indígena ngöbe.
En conversación telefónica con BBC Mundo, Santos explicó las prevenciones de su gente frente a la llegada de los extranjeros.
“Tenemos un conflicto social sobre la tenencia de la tierra. Hemos estado tratando de organizarnos y resistiendo”, asegura, indicando que en su opinión el estado panameño no ha hecho lo suficiente para proteger sus derechos.
Sobre la llegada de pensionados extranjeros, Santos advierte que, en su opinión, “traen dinero, y supuestamente progreso, pero también en muchos casos desplazamiento y despojo de las tierras”.
“La gente queda trabajando como jardineros, sin tierra ni nada, ese es el progreso que hemos visto”, puntualiza. “Mata tu forma de vida”.
“El gobierno tiene que tener un equilibrio entre los que vienen a invertir y los ciudadanos que viven en su país, el pueblo indígena”, advierte.
Paraíso a la venta
Anayansi Prado, de ancestro panameño pero radicada en Estados Unidos, produjo hace unos años“Paraíso a la venta”, un documental de televisión sobre el impacto de la migración de jubilados afluentes en la zona de Bocas del Toro.
“Tuve la curiosidad de saber que pasa cuando los estadounidenses se van a nuestros países, el impacto que tienen, como cualquier inmigrante, en la sociedad local”, le dice a BBC Mundo.
“Es una reacción mixta. No es una situación en que los ‘gringos’ son malos y los panameños son las víctimas. Es mucho más complejo que eso”, advierte.
Hay muchos panameños contentos con mejores ofertas de trabajo. Otros se oponen porque el costo de vida está efectivamente aumentando en algunas comunidades, explica.
Pero no duda que las tensiones existen.
Anayansi Prado cree que además de las tensiones económicas, hay puntos de tensión culturales, similares a los que se dan en situaciones de migración en todo el mundo.
“Algunos de los panameños con los que yo hablé en Bocas del Toro sienten que va a llegar un punto en el que ellos van a ser extranjeros en su propia tierra. Muy pocos extranjeros hacen el esfuerzo de aprender el idioma”, le dice la documentalista a BBC Mundo.
“Hay una arrogancia. Van solo a restaurantes y cafés donde todo el mundo habla inglés”, sostiene.
El caso es que, mientras algunas voces locales se quejan, entre muchos extranjeros sigue habiendo una atracción por el país, que se comprueba con la continua llegada de nuevos pensionados a Panamá.
“El clima y la amabilidad de la gente, eso nos atrae”, concluye Alex Johnston, uno de los miles que escogió Ciudad de Panamá como el sitio en el que espera pasar su vejez.
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